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Miguel Martínez se encontraba afuera de un bar en Bilbao, disfrutando de la noche del lunes entre amigos. Mientras seguía la conversación, su atención se desviaba de vez en cuando a la pantalla de televisión del bar. Martínez, ferviente seguidor del avance de España en el campeonato europeo de fútbol, estaba decidido a no perderse ni un momento del torneo, incluso durante un viaje de trabajo.
Los primeros dos partidos de la selección los había visto en casa con su hijo de 13 años en Sevilla. En la ciudad, la fiebre del torneo se había apoderado de todos, decorando los balcones con banderas españolas y llenando las calles de camisetas rojas. Los triunfos de la selección nacional se celebraban con entusiasmo desbordante.
Sin embargo, en Bilbao, Martínez notaba una atmósfera diferente. A pesar de las banderas colgadas en los balcones, estas eran en su mayoría en apoyo a Palestina, al orgullo LGBT o a la identidad vasca, representada por la ikurriña. La bandera española ondeaba solo en algunos edificios gubernamentales.
Martínez comprendía la razón detrás de esta distinción. El País Vasco, situado al norte de España con su propia lengua, cultura e identidad, se ha considerado siempre distinto del resto del país. La lucha vasca por la autonomía o incluso la independencia tiene profundas raíces históricas y conflictivas.
En Bilbao, las banderas más notables eran las del equipo local, el Athletic, y la ikurriña, representando los colores rojiblancos y verdes del País Vasco.
| Credit |
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| Rory Smith/The New York Times |
