A medida que los republicanos buscan argumentos contundentes para atacar a la vicepresidenta Kamala Harris, han centrado su atención en su participación en las políticas fronterizas y migratorias del gobierno de Biden. Intentan atribuirle la responsabilidad del aumento significativo de inmigrantes que han llegado a Estados Unidos en los últimos años. Sin embargo, un análisis más profundo de su involucramiento revela un historial más complejo y matizado.
Es importante destacar que el presidente Biden no le otorgó a Harris el título de “zar fronterizo” ni la responsabilidad de supervisar las políticas de aplicación de la ley en la frontera entre EE. UU. y México, como sugirió la campaña de Trump en su primer anuncio dirigido contra ella. A pesar de esto, Harris desempeñó un papel crucial en los esfuerzos por mitigar un aumento récord de la migración mundial, buscando evitar que la situación se deteriorara aún más.
Tras alcanzar cifras históricas de migrantes cruzando la frontera sur durante los primeros tres años de la administración, se ha observado una disminución en los cruces, llevándolos a sus niveles más bajos desde que Biden y Harris asumieron el cargo. A pesar de los resultados, sus primeros esfuerzos fueron objeto de críticas, incluso por parte de algunos demócratas, quienes consideraron que sus acciones eran torpes y contraproducentes, especialmente cuando se le cuestionaba sobre su falta de visitas a la frontera.
Varios de sus aliados expresaron que se le había asignado una misión con pocas posibilidades de tener éxito. Durante los primeros días de la administración Biden, Harris asumió un rol que muchos definieron como una combinación de líder en la recaudación de fondos y enlace con los líderes empresariales de Guatemala, Honduras y El Salvador. Su estrategia para persuadir a empresas de todo el mundo a invertir en Centroamérica y generar empleo para los potenciales migrantes tuvo cierto éxito, según expertos en inmigración, así como funcionarios y exfuncionarios del gobierno.
